En
el siglo XX han tenido vigencia dos posturas antagónicas: el hispanismo y el
indigenismo, o sea la sobre valoración de lo hispano y de lo andino,
respectivamente. El hispanismo, real o figurado -pues la verdad es que se le ha
atribuido mucho más de lo que realmente pensaba- se hizo patente cuando, por
ejemplo, desconoció la historia del Perú antiguo o cuando manifestó perseguir
"la afirmación de lo peruano en la síntesis hispanista, cuyo optimismo
prefiere la fe al desconsuelo" (Manuel Mujica), a pesar de aceptar el
mestizaje, el arquetipo de Garcilaso, y de tener un alto concepto del peruano y
de su historia.
El indigenismo ofrece más variantes. La búsqueda
de una identidad nacional andina apareció ya en los primeros estudiosos
provincianos del Perú antiguo
El
indigenismo fue planteado por mestizos. Es verdad que resaltó los valores de la
cultura del Perú antiguo y que se opuso al hispanismo -a veces no sin
demagogia-, como también que "cayó en una exageración: el etnocentrismo
indigenista .
El
Perú como nacionalidad suscitó más de un desvarío - “... el Perú, por su
variedad étnica, presenta tres nacionalidades bien definidas: costa, sierra y
montaña... “(Eduardo Robles)-, que en tiempos recientes se ha repetido desde
distintos ángulos y con varios propósitos.
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